Zombies By AkureiTsume (Deviantart)

martes, 20 de julio de 2010

Diversión


Abrió los ojos con dificultad. Todo estaba oscuro. No sabia que hacia allí.
Tardó un par de minutos a acostumbrarse a la oscuridad. Inmediatamente que lo hizo se puso de pie y vagó en la habitación buscando explicaciones. No encontró nada que le dijera que hacia ahí, y la única puerta que había estaba cerrada. La desesperación comenzó a atormentarla.

De pronto ruidos del exterior la obligaron a aguzar el oído: pasos, el molesto rechinido de los goznes de alguna vieja puerta, y el determinante golpe seco que avisaba que la puerta había sido cerrada. Al parecer había una habitación contigua y alguien acababa de entrar ahí.

Moviéndose sigilosamente, ella se acercó hasta la pared y pego el oído para escuchar que sucedía. Por unos minutos lo único que escucho fueron mas pasos y una risa cínica, lígera y despreocupada. Había alguien exitado de sobre manera con lo que el interior del cuarto le ofrecía.

Poco después, cansada de tener las rodillas en el piso, se puso en pie y se dirigió hacia la puerta, esperando llamar la atención de alguien al aporrearla. Pero un ruido sordo, seguido de un grito lleno de horror y una risa cantarina, la obligaron a permanecer quieta.

-¿Qué es eso?-interrogó con alarma y pavor una voz femenina, en la habitación contigua-Déjeme ir. ¡Por favor!
La risa resonó con fuerza, dejando en el aire notas de frialdad e ironía.
-¿Ir? ¿A dónde?- rezongó otra voz femenina.-No creo que puedas ir muy lejos sin un pierna...

Hubo silencio por un momento, pero luego este fue roto por un potente ruido mecánico, algo parecido a un motor. El sonido se fusionaba con aquella molesta risa e insistentes gritos que, a pesar del horror que transmitian, quedaban ahogados casi por completo.
La mujer cautiva en la habitación quedó completamente turbada ante lo que oía.

-¡¡NO!! ¡¡DEJAME!! ¡¡AUXILIO!!
-Ilusa. Eso no te servirá de nada.
Y un nuevo golpe sordo indicó que alguien había sido abofeteado.

Llanto. Gritos. Risas. Pavor….

-Tengo algo que te va a encantar- aseguró una voz altanera, aquella misma que no dejaba de reirse ni un instante- No te muevas… Es verdad, no puedes hacerlo.
Se escucharon los goznes rechinar, y la puerta dejó salir a alguien.

Recluida, confundida y sudando frío gracias al pavor que sentía por haber escuchado la terrible escena que se desarrollaba a su costado, la mujer permaneció estática poniendo atención alos ligeros sollozos y ruidos que indicaban succiones o que algo mojado estaba siendo arrastrado por el suelo.
Cuando de nuevo se escucharon pasos afuera de su puerta, la alarma recorrió su cuerpo. Se puso de pie en un salto y buscó con desesperación algo en la habitación que le ayudase a salir o a defenderse.

-¡Demonios!- Gritó con furia la mujer de las risas.-¡Damián, ven a ver esto!
Pasos más pesados y rápidos se acercaron al lugar.
-¡La perra se suicidó!-exclamó de nuevo la mujer.
-No debiste dejarla sola, Giselle-El hombre, de voz profunda, parecía ligeramente molesto.
-Es la primera vez que sucede
-Debes ser más cuidadosa. No es nada fácil conseguir tus presas, querida. Si se liquidan solas no tiene sentido.
De nuevo pasos, pero se vieron interrumpidos cuando la mujer exclamó con tono infantil lleno de tristeza:
-¿Y ahora que haré?
-Era una sorpresa… La habitación de junto. Allí hay una chica, sé que te gustara jugar con ella.

Los pasos del hombre se alejaron, mientras que prestamente su amiga se acercaba con renovado entusiasmo hasta la puerta que se encontraba cerrada. La mujer que estaba adentro se apiñó en un rincón; indefensa, inútil, vulnerable, temerosa. Y cuando la puerta se abrió, una luz verdosa que llegaba desde el pasillo alumbró vagamente a una mujer joven de cabellera rojo brillante, ojos miel y cara de excesiva felicidad. Llevaba consigo unas pinzas de tamaño descomunal.

Una sonrisa radiante se dibujó en su pálido rostro, a la vez que se acercaba lentamente hasta la masa abultada y temblorosa de la esquina de la habitación.
Su sonrisa satisfactoria y demente se ensanchó mas cuando llegó hasta la mujer, a la par que una risita cínica y descontrolada salía de sus labios.

-Hola, querida-agitó las pinzas frente a la cara de la mujer-. No tengas miedo, esto será muy divertido…

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